El tiempo pasa y nos aleja, nos modela y nos hace diferentes. Pero quizá tenga que ser así. ¿Qué si me duele? Claro que me duele. Pero a veces me lo como, no lo pienso, no lo siento, lo acepto, porque si me permitiera el seguir sintiendo, lloraría; y, ¿sabes? Ya han caído suficientes lágrimas. Ya no retrocedo, porque ya me perdí bastantes veces en el camino, ya no me confundo. Ahora si puedo mirar atrás, porque estoy lejos. Antes, al mirar atrás, tendía a volver, y acababa escaldada siempre. Ahora ya estoy demasiado lejos como para volver a caer en lo mismo. Ahora parece que no duele. O sí, pero de distinta manera, porque el tiempo me está curando. Aún así, duele. Porque recordar siempre duele.
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